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Denis Fortun |
Una escueta noticia
que reseña la muerte de un hombre que ha regido el destino de un país a su
antojo, le sirve a otro como resorte para que en su memoria se desencadenen un
sinnúmero de hechos dolorosos que soportó dentro en una isla de peces y de más
hombres en constante encierro. Una novela, la de Carlos, que nos cuenta la vida
de un exiliado mientras habitó al arrimo de un sórdido proyecto social, en un
país de tiempo y naturaleza falsa, repleto de dobleces, que los «historiadores
oficiales» se han empeñado en esconder durante más de medio siglo, intentando
transferir al futuro
el canto de una epopeya revolucionaria inexistente, que ha devenido en un hurto,
usurpación, pillaje.
Epitafio para un sueño es la nítida radiografía de la descalcificada osamenta de una nación
enferma, que apenas puede mantenerse en pie, en la que a sus hijos les han
reducido la probidad de una vida elemental a un epigrama punzante; donde los
que decidimos no formar parte del rebaño, tuvimos que desbandarnos por el mundo
para alcanzar la realización más elemental del ser humano, esa que sólo se
encuentra en libertad.
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