domingo, 20 de agosto de 2017

Un Epitafio desde Cuba... Opinión de un Anónimo.



Hemos recibido una crítica a Epitafio para un sueño desde las entrañas de la Isla de Cuba. El que la envía no quiso identificarse, tal vez para evitar represalias o simplemente porque no quiere que yo sepa de quien se trata. De cualquier manera cualquier crítica siempre será bien recibida, y quiero agradecerle infinitamente por ser uno más de quienes leyó la novela y por haberle dedicado tiempo tanto a leerla como a escribirme. Y como bien dice, son dos caras de un mismo conflicto. Esto sin duda enriquece mi obra.
Sinceramente… muchas gracias.



AQUÍ SE LAS DEJO:

Emitir un criterio sobre una novela es un asunto serio, casi solemne, máxime cuando ambos, el autor y quien opina, han compartido numerosas vivencias de las que se ven reflejadas en la novela, experiencias que tienen abundantes puntos de coincidencia aunque la percepción sobre las mismas no sea exactamente igual en ambos lados del ejercicio intelectual (escritura-lectura); la explicación podría encontrarse en la sobreinformación del que escribe o la desinformación del que está dentro, o en el hecho de que la ficción, en su rigor, no es precisamente historia, aun cuando clasifique de anecdótica, experiencia personal o autobiográfica y lo verdaderamente objetivo es que los resultados existenciales, para ambos, sí resultan idénticos. La narración en este caso pasa a ser controversial y no se puede calcular cuántos lectores se parcializarán a su favor o cuántos en su contra, por eso cuando se emite el criterio, se asume un reto y si quiere mantenerse una postura ética hay que ser imparcial, lo que nunca será sinónimo de ambivalente, para ello lectores y autor estarán obligados a mantener sus convicciones sin estridencias y terminarán disfrutando la novela desde su punto de vista personal.
 
Los extremos de un nudo gordiano suelen ser testarudos y hacia cualquier dirección que tiren, siempre aumentan la tensión, para aflojar la rigidez es obligatorio cortar la cuerda, porque de mantenerse hacen no solo creciente, sino infinito el conflicto; este es el caso, y solo me limitaré a dejar claro que la histeria colectiva es un crimen de lesa convivencia, desde cualquier perspectiva que se analice, ya sea desde los abominables actos de repudio en la Cuba de 1980 o desde los carnavales improvisados de la Florida a finales de 2016.

El hilo conductor de Epitafio para un Sueño, desde el punto de vista literario, está pensado con la exactitud de un mecanismo de relojería, un narrador omnisciente que se desplaza de un extremo a otro del intervalo temporal que constituyen 22 años y cinco meses en una distancia que (espero) se acorte cada día más porque las odiosas 90 millas (las mentales, no las espaciales) están condenadas a convertirse en un símbolo caduco de odio, intolerancia, separación y muerte; sea de quien sea la culpa.

Es una novela escrita para cubanos, incluso con las discretas pinceladas expresivas que ningún hispanohablante que no haya nacido en Cuba entendería como válidas, aunque quizá no está planeada para que sea leída por todos los nacidos en la isla, porque habrá quienes la lean bajo protesta, y esta es quizá la debilidad que se percibe en su propósito comercial; se apoya en un hecho concreto que literariamente es válido (ya en 1972 Frederick Forsyth empleó este recurso en El Expediente ODESSA ), pero que en el caso que nos ocupa resulta sobrevaluado porque la muerte de un adversario alegra solo cuando es producto de una acción intencional, o cuando ocurre en un combate donde el occiso es obligado a doblegar sus rodillas antes de morir, pero no constituye una victoria cuando es el desenlace de una vida que ha llegado a su fecha de vencimiento, no creo que el autor justifique la celebración de una derrota, pero sí pienso que maneja magistralmente el despecho y la impotencia contenida por los personajes, es muy ilustrativa la narración en este sentido.

Las tramas y las sub-tramas están comprensivamente diseñadas y beben de la fuente de la cotidianidad cubana aunque parezcan exageradas, esas maneras de comportarse de los personajes existieron, existen y existirán en la vida real hasta que el conflicto termine, probablemente ni el autor ni quien emite este criterio podamos asistir a ese momento de verdadera felicidad, pero quien opina sí lo vislumbra con la lógica que caracteriza a los seres humanos. 

En sentido general es interesante leer EPITAFIO PARA UN SUEÑO porque nos reconcilia con esa heridas que parecen no cicatrizar, angustias que evidenciadas o no, siempre generarán más angustia y aunque probablemente algún día quien opina transite por avatares tan terribles como los que sin duda han vivido esos personajes, en la novela y en la vida real, o quizá alguna vez ya los vivió, pero con total seguridad tratará de no caer en el pozo de la “revictimización”, porque la resultante siempre terminará en un epitafio para matar los sueños, incluso cuando este se empeñe en promocionar lo contrario, y la muerte siempre es horrible, aunque se maquille, porque el antifaz que se le ponga estará barnizado con hiel y aun cuando sea una muerte deseada generará un insomnio que no consigue ser mitigado, porque no se produjo como se esperaba.

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