Una
de las primeras cosas con las que choqué con apenas 7 años, fue el tenerme que
poner una pañoleta —en aquel tiempo era de dos colores; azul y blanco—,
alrededor de cuello. Todos los días hacia berrinche. Mi madre me obligaba a
ponérmela. Al salir de la casa me la quitaba y me la volvía a poner a la
entrada de la escuela. «¿Qué necesidad tengo de ponerme esta cosa?» me
preguntaba a cada instante. Poco tiempo después comprendí que era parte del
plan. Había que ponerse la pañoleta y había que ser como el Ché Guevara. «¿Por
qué tengo que ser como el Ché si yo a quien quiero parecerme es a mi papá?»
era otra de las preguntas que me hacía a diario cuando en el acto cívico de la
mañana teníamos que gritar a coro esa horrible consigna. «Pioneros por el
comunismo… seremos como el Ché».
Por
otro lado, chocaba a diario con un letrerito que a mi padre se le ocurrió poner
en la puerta de la casa: «Esta es tu casa, Fidel», en una placa metálica
con los dos colores de la bandera del 26 de julio. Insisto en que tiempo
después lo comprendí perfectamente…, cuando pasé de «Pionero» a
convertirme «Balsero». ¿Y saben por qué?
Ya
desde el año 1965, el Guerrillero asesino Ché Guevara, en un ensayo que tituló «El
socialismo y el hombre en Cuba», mismo que envió a un periodista uruguayo,
dejó muy claro, que para que la Revolución se perpetuara en el poder —que no
significa que haya durado casi 62 años por ser exitosa— era necesario crear un
hombre nuevo. No creo justo para ustedes que les ponga aquí 17 cuartillas
escritas por este asesino, pero solo quiero llegar a las bases de este plan
macabro que nos hizo desde niño empezar a cuestionarnos muchas cosas.
En
este ensayo, el Ché le empezaba diciendo a dicho periodista:
(…) Es
común escuchar de boca de los voceros capitalistas, como un argumento en la
lucha ideológica contra el socialismo, la afirmación de que este sistema social
o el período de construcción del socialismo al que estamos nosotros abocados,
se caracteriza por la abolición del individuo en aras del Estado. No pretenderé
refutar esta afirmación sobre una base meramente teórica, sino establecer los
hechos tal cual se viven en Cuba y agregar comentarios de índole general.
Primero esbozaré a grandes rasgos la historia de nuestra lucha revolucionaria
antes y después de la toma del poder. (…)
Y
después de echarle toda una perorata de la guerrilla y el movimiento 26 de
julio, el tipo se fue directo a la yugular:
(…) Intentaré,
ahora, definir al individuo, actor de ese extraño y apasionante drama que es la
construcción del socialismo, en su doble existencia de ser único y miembro de
la comunidad. Creo que lo más sencillo es reconocer su cualidad de no hecho, de
producto no acabado. Las taras del pasado se trasladan al presente en la
conciencia individual y hay que hacer un trabajo continuo para erradicarlas. El
proceso es doble, por un lado, actúa la sociedad con su educación directa e
indirecta, por otro, el individuo se somete a un proceso consciente de
autoeducación. (…)
Por
suerte en mi familia el único que era comunista era mi padre. Así que parte de
esa inyección de «supuesta educación» para hacerme un hombre sin rezagos
del pasado, se les hizo difícil.
Me
recuerdo, con solo 7 años escuchar las tertulias que se hacían en casa de mi
tía Aleida —quien también fue mi maestra de matemáticas en la escuela
primaria—. Ahí se reunían todos los días a jugar dominó apostando frijolitos
—por si llegaba algún chivato—, aunque el dinero estaba escondido debajo de la
mesa. Ahí fue donde por primera vez, escuché que Camilo Cienfuegos no había
desaparecido en un accidente de avión, como contaba el gobierno, sino que había
una causa oscura que nadie del pueblo sabía. Como también escuché que los más
de 20,000 hombres que decía Fidel habían muerto en la revolución, también
estaba dudoso porque nunca habían publicado la supuesta lista. Los datos de
Fidel eran distintos a los del pueblo. Y lo que más me llamó la atención fue
cuando un amigo de la familia que le decían el chino dijo que vivíamos en un
enorme cuento de «buenos y malos», donde era muy difícil darse cuenta
quien era el bueno y quien era el malo. Esas palabras sonaron muy fuertes en mi
inmadura e inocente mente.
Pero,
aunque mi padre me decía que no oyera esas barbaridades, el plan era evidente.
La Revolución necesitaba esconder la verdadera historia y hacer una nueva
historia. Una división que separara al pasado del presente. Antes de la
Revolución y después del triunfo de la Revolución.
Y
ahí fue muy claro el Ché en su panfleto al periodista:
(…) Como
ya dije, en momentos de peligro extremo es fácil potenciar los estímulos
morales; para mantener su vigencia, es necesario el desarrollo de una conciencia
en la que los valores adquieran categorías nuevas. La sociedad en su conjunto
debe convertirse en una gigantesca escuela. (…)
Y
con esto se necesitaba borrar todo el pensamiento intelectual inteligente de
manera tal que todo aquel que pudiera hacer ruido, tenía que ser eliminado y
por supuesto culpado. Es entonces cuando el Ché arremete contra la
intelectualidad y los escritores:
(…) Resumiendo,
la culpabilidad de muchos de nuestros intelectuales y artistas reside en su
pecado original; no son auténticamente revolucionarios. Podemos intentar
injertar el olmo para que dé peras, pero simultáneamente hay que sembrar
perales. Las nuevas generaciones vendrán libres del pecado original. Las
posibilidades de que surjan artistas excepcionales serán tanto mayores cuanto
más se haya ensanchado el campo de la cultura y la posibilidad de expresión.
Nuestra tarea consiste en impedir que la generación actual, dislocada por sus
conflictos, se pervierta y pervierta a las nuevas. No debemos crear asalariados
dóciles al pensamiento oficial ni «becarios» que vivan al amparo del
presupuesto, ejerciendo una libertad entre comillas. Ya vendrán los
revolucionarios que entonen el canto del hombre nuevo con la auténtica voz del
pueblo. Es un proceso que requiere tiempo. (…)
Tiempo
que conocemos de sobra. Esa generación nuestra fue acribillada a ráfagas de
consignas, inyecciones de patriotismo, lavativas de socialismo, intravenosas de
marxismo leninismo y píldoras de Fidelismo. Empezaba la era de un «nuevo Dios»
en Cuba, «Con Fidel todo, sin Fidel nada».
Teníamos
que crecer en medio del sacrificio, del cero consumismo, cero caricaturas de
Disney sustituidas todas por caricaturas rusas donde «Superman» era ahora el «Tío
Estiopa» quien venía a conquistarnos y formarnos como debía ser un niño sumiso
y consciente que «ser pobres era sinónimo de ser dignos».
Para
esto el guerrillero asesino culminaba su misiva:
(…) No
se trata de cuántos kilogramos de carne se come o de cuántas veces por año se
pueda ir alguien a pasearse en la playa, ni de cuántas bellezas que vienen del
exterior puedan comprarse con los salarios actuales. Se trata, precisamente, de
que el individuo se sienta más pleno, con mucha más riqueza interior y con
mucha más responsabilidad. El individuo de nuestro país sabe que la época
gloriosa que le toca vivir es de sacrificio; conoce el sacrificio. Los primeros
lo conocieron en la Sierra Maestra y dondequiera que se luchó; después lo hemos
conocido en toda Cuba. Cuba es la vanguardia de América y debe hacer
sacrificios porque ocupa el lugar de avanzada, porque indica a las masas de
América Latina el camino de la libertad plena. (…)
Ese
fue el tipo de pensamientos que se inculcó, a lo que Fidel Castro llamó el hombre
nuevo; la esperanza del futuro, los que darían continuidad a la
Revolución. Fue una estrategia muy bien pensada en la que crecimos viviendo en
la mentira. Todo empezó desde el mismo primer día en que tomó el poder.
Y
así se fraguó el plan…, lo primero que había que hacer era trabajar con los
niños y usar la escuela y al maestro como medio de penetración. Y para que la
escuela funcionara había que empezar por cambiar la historia y garantizar
programas de estudios debidamente estructurados para sembrar la semilla comunista
desde edades muy tempranas y que la influencia de los padres pasara a un
segundo plano. Y qué mejor que crear una organización que agrupara a los
pequeñitos con un guía al frente de cada grupo encargado de controlar y
manipular a nuestras inmaduras mentes, y es ahí que empiezan a surgir las
famosas siglas de las que hablé en mi columna anterior, la U.P.C., «Unión de
Pioneros de Cuba». Al principio trataron de que se pareciera a los grupos de «boy
scout» con la finalidad de convertir a los niños en gente responsable,
desarrollar el carácter, y desarrollar la autosuficiencia a través de la
participación en una amplia gama de actividades colectivas; acampadas, fogatas,
excursiones…, siempre sin los padres y así aprovecharse para cultivar en
nosotros la doctrina comunista y meternos a la fuerza el amor a los héroes y
creer que la revolución era algo noble y bello.
No
se me olvida que cada 28 de octubre, los niños, debían desfilar hacia cualquier
malecón o riachuelo a echarle una flor o una corona de flores a Camilo
Cienfuegos. Uno de los primeros héroes revolucionarios que había desaparecido
en el mar cuando fue a meter preso a Huber Matos.
Nos
impusieron que teníamos que ser como ese asesino del Ché Guevara, del cual no
sabíamos más que lo que nos contaban. Fidel nunca nos contó que el Ché
asesinaba a los presos políticos en La Cabaña, que les daba el tiro de gracia,
que implantó el terror y el odio entre los presos de aquellos primeros años de
revolución. Esos presos que nos vendieron como asesinos y traidores a la
revolución por solo no estar de acuerdo con las ideas socialistas de Fidel.
Pero, teníamos que ser como él. Teníamos que meternos en la cabeza que si
alguien no pensara como nosotros tenía que ser nuestro enemigo, aunque fuera
nuestro propio padre.
A
esa temprana edad, no existe la madurez necesaria para tener una ideología
política definida, pero es la mejor edad para que el niño empiece a absorber
como esponja los mensajes subliminales que enviaba el gobierno. Cambiaban la
historia de Cuba desde la óptica de la revolución y para eso —como dije
anteriormente— había que crear un antes, un después y un punto de partida. El
1ro de enero de 1959 fue el punto de referencia. Antes de esa fecha todo era
malo, nada servía, el país estaba oprimido y olvidado bajo los efectos del
gobierno asesino, corrupto, y brutal de Fulgencio Batista. Todo era un producto
del capitalismo, esa formación económica que engendraba plusvalía y con ello;
el mal. Ese sistema económico que dividía a los hombres en ricos y pobres.
Después
del 1ro de enero y la llegada de Fidel, todo fue bueno, todo fue justo y ese
pueblo olvidado pasó a ser el dueño de su destino. No existe mejor estrategia
que aquella en la que se repiten las mentiras y se comienza a fomentar el
enfrentamiento entre los niños y su familia. No debe haber existido un hogar en
Cuba, por aquellos tiempos, en que un niño escuchara al abuelo decir: Antes de
la revolución había de todo y el niño refutarle con fervor revolucionario:
Abuelo, pero no teníamos ni salud ni educación gratis como ahora. Y era
evidente que para un niño al que la revolución le daba una educación gratuita
pudiera pensar que esa revolución fuera algo siniestro.
Algo
muy parecido a lo que pasa hoy día en México. Lo anterior, entiéndase neoliberalismo,
era malo. Lo de hoy, la carta transformación, es buena. Y cada mañana, en cada espectáculo
mañanero el presidente nos lo repite… Allá quien se lo crea.
La
escuela llegó a convertirse en la poseedora de la verdad absoluta y la lógica
era inculcar esa «verdad» a los niños y a los jóvenes. «Verdades» tales como:
que Martí era el autor intelectual del Moncada y el precursor del ideal de la
vinculación del estudio y el trabajo. Cosas de las que Martí ni tan siquiera
estaba enterado.
Entonces
apareció para los jóvenes «el trabajo voluntario», las escuelas al campo y, por
último, las escuelas en el campo. Como decía, todo aquello que hiciera que la
juventud estuviera menos tiempo en sus casas y más tiempo embebida en
consignas, propagandas, multitudes, lemas, y una inyección continúa de
ideología. La ideología marxista-estalinista-leninista. La ideología de una
izquierda tratando de envenenar al mundo con una doctrina comunista.
O
mentiras, tales como, que los que se habían alzado en el Escambray en contra de
la revolución eran unos asesinos que mataban guajiros y vacas en el monte, sin
escrúpulos y al servicio de la mafia de Miami. O como que Girón fue la primera
gran derrota del imperialismo en América y que los mercenarios criminales que
desembarcaron por bahía de Cochinos bombardearon a gente inocente, pero que
gracias a Fidel en menos de 72 horas fueron derrotados y después cambiados por
compotas. O mentiras, tales como que la Universidad era para los
revolucionarios y que los homosexuales fueran a las UMAP para curarles la
homosexualidad con trabajo forzado. O como escuchar que la religión era el opio
de los pueblos y que un religioso en Cuba era un contrarrevolucionario en
potencia, porque desde la iglesia se hacía proselitismo contrarrevolucionario.
Nunca,
en las escuelas se nos dijo, o escuchamos una noticia de radio ni en televisión
«Verdades» como que la revolución socialista era un engaño, ni hablar sobre la
cantidad de muertos que hubo en los campos de concentración estalinistas, o
publicar libros tales como El archipiélago Gulag uno de esos libros que hacen
historia por el sólo hecho de atreverse a narrarla y donde Solyenitzin trata
sobre el sistema de campos de concentración y trabajos forzados diseminados por
toda Rusia y que fue lo mismo que Fidel quiso implantar con las UMAP. O como
que la zafra del 70 fue un despilfarro económico. O que el Ché Guevara fue un
asesino. O que Huber Matos no fue un traidor y quien traicionó al país y a la
revolución fue el propio Fidel Castro y su hermano Raúl. O que fue el propio
Raúl Castro quien asesinó al comandante Camilo Cienfuegos. O que el famoso
bloqueo económico de Estados Unidos hacia Cuba siempre ha sido un engaño y un
pretexto para fomentar el odio del pueblo cubano hacía el pueblo americano.
Así
se fue formando al hombre que Fidel había soñado. Primero pionero, después
joven comunista, y como colofón militante del Partido Comunista. Ese es el
hombre nuevo, que creció sin valores, sin amor propio, sin amor a la familia,
sin amor al prójimo. Un hombre nuevo repetidor de consignas y promotor de una
ideología fomentada en el odio y en la destrucción. Un hombre nuevo que
desconocía a su propia patria y la sustituía por la patria que había engendrado
Fidel.
Por
eso es por lo que desde 1965, nació en mi ese Balsero en potencia y que todos los
cubanos llevamos dentro. Un Balsero rebelde, idealista, pensante, al que no
pudieron doblegar ni convertir en ese Hombre Nuevo que soñó Fidel
y que, llegado el momento, metafóricamente hablando, tomaría una Balsa y
comenzaría su viaje sin regreso, surcando los mares del Caribe, rumbo a donde
el destino lo llevara. Un destino llamado libertad.
Y si
quisieran buscar coincidencias con lo que sucede hoy día en nuestro México,
solo vean las mañaneras de un presidente, más preocupado en su imagen y
popularidad que en los verdaderos problemas por los que atraviesa el país.
Y
como dirían en Cuba con mucho sarcasmo: Cualquier parecido con la realidad, es
mera coincidencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario