La mal llamada victoria
revolucionaria contra Fulgencio Batista en enero de 1959
estableció en el poder a un grupo de guerrilleros del Movimiento 26 de
Julio bajo la dirección de Fidel Castro —y una pandilla de
asesinos, bajo el mando de su hermano Raúl Castro y Ernesto Guevara—,
rebasó ampliamente los límites de Cuba, no solo traumatizando al continente
latinoamericano y su viejo diferendo con los Estados Unidos, sino enalteciendo
un catalítico cúmulo de extremismo revolucionario en las
relaciones globales.
Todo el mundo quería ser como
Castro y aplicar su bendita revolución. Toda América veía a Cuba como ejemplo a
seguir. A solo 90 millas del imperio, Castro jugaba sus cartas y las supo jugar
muy bien. Al menos, eso le hizo creer a todos.
Cuidado eficientemente por una
pequeña columna guerrillera y una enmascarada pandilla de bandoleros, Castro se
mantuvo en la comandancia o en la retaguardia y raramente sostuvo una acción de
combate verdadera, pero al entrar victorioso en La Habana en enero del 59, se
vio ante una nación que se rendía al culto de un nuevo caudillo, al nuevo
Mesías que iluminaria al país y lo guiaría por el camino correcto hacia una
nueva sociedad, en la que ya no cabría “la vieja mafia del poder ni la
acaudalada oligarquía que intentaba hacer de Cuba una estrella más del imperio
norteamericano”.
La revolución cubana irrumpe al
escenario mundial precisamente en momentos en que se están produciendo cambios importantes
en la configuración del planeta debido a los enfrentamientos entre “el Este
y el Oeste”, influyendo contundentemente en algunos acontecimientos y
empantanándose en otros. Nunca en la historia contemporánea de un país tan
pequeño y escaso de recursos naturales se ha ejercido tanta influencia
internacional.
Es entonces que surge el
castrismo como una nueva corriente social en desarrollo y, peor aún, como una
amenaza comunista sobre todo el continente americano. El castrismo no sólo es
hijo del totalitarismo comunista ruso, sino que tiene hondas raíces en el
pasado republicano y colonial de la Isla.
Según muchos expertos en el
tema, de no haber existido el marxismo leninismo y el bloque comunista en la
Europa del Este bajo la dirección de la Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas, Castro hubiese impuesto un esquema de poder y de control económico
muy semejante al hoy existente. Su antinorteamericanismo se originó en el
rencor transmitido por su padre —un soldado que sufrió la derrota militar de
España a manos de Estados Unidos en la guerra hispanoamericana—. Ese
sentimiento y otros que afectaron directamente en su personalidad y que vamos a
contar en este escrito, se incubaron en Fidel para dar lugar a ese “carismático
y querido líder que todos los izquierdistas del mundo querían tener como
presidente” y que dirigió a Cuba hasta su muerte, incluso hasta después de
muerto.
Ya en el poder, Castro hizo
una limpieza total y todo aquel que fue demostrando desacuerdo con su forma de
gobierno y por el camino que iba tomando la recién nacida revolución fue
relegado al olvido o sepultado en una cárcel, en especial tras el abrupto
viraje que dio cuando declaró el carácter socialista de la revolución cubana.
Existen muchas teorías a
propósito del autoritarismo y arrogancia de Castro. Unos defienden la teoría
conspirativa que, gracias a esa personalidad múltiple y compleja, Castro fue
reclutado por la Agencia Central de Inteligencia CIA, con la expresa y única
misión de destruir Cuba y que todo “su aparente antiamericanismo” era producto
de un guion muy bien elaborado y actuado por un personaje a quien siempre le
había gustado la actuación.
El argumento más
importante que defiende esta teoría se basa en qué si los Gringos fueron
capaces de inventar como pretexto liberar al mundo del comunismo para
intervenir militarmente en Vietnam, ¿cómo permitieron que a menos de 90
millas de su territorio que Castro construyera una nación comunista? Suena
lógico ¿O No?
Otro argumento de su
arrogancia es que siempre fue un resentido social. Estos caudillos siempre
tienen una historia oscura a lo largo de su vida o en su infancia. Hay muchas
anécdotas que muestran que Castro, más que un ejemplo a seguir fue un
pandillero y asesino durante su juventud. Por eso fue por lo que la CIA se fijó
en él y lo envió a su primera misión en Colombia en 1944 cuando los sucesos del
Bogotazo.
También se habla de mucho
complejos y traumas de su niñez. Cuenta una historia familiar que Fidel siempre
escondió: su bastardía. Y
ninguno de los tantos que ha contado su biografía, se ha referido a esta parte
de su vida.
Y aquí les
va la historia (Tomada y Resumida del Blog de Carlos Ferrara):
Su padre
Ángel Castro se casó con una maestra, la Srta. María Luisa Argota, a la que se
llevó a Birán —lugar donde nació Fidel en el Oriente de la Isla— donde había
comprado más tierras de cultivo para seguir ampliando sus latifundios, y allí
tuvo cinco hijos con ella, de los cuales sobrevivieron dos: Pedro Emilio y
Lidia.
Considero
importante aclararles que estos señores de apellido Castro, eran y son hasta
los días de hoy, un verdadero peligro para todo aquello que usara falda y se
moviera… Y digo esto porque un día llegó a su hacienda, pidiendo trabajo de
sirvienta, una mujer con una hija de 14 años, que se llamaba Lina Ruz. Don
Ángel no solo le dio empleo a la madre, sino que le echo el ojo a la adolescente,
con la que pronto formó una relación extramarital, de la cual nació una primera
hija a la que le pusieron Ángela. Esta niña fue criada, como todos los
bastardos, lejos de la casa del padre infiel, en el bohío de la madre de Lina.
A esta niña
se sumó otro embarazo del cual nació un niño al que llamaron Ramón y que por
razones obvias hizo estallar en colera a María Luisa, quién con justa razón
abandonó la casa de Birán y se mudó a Santiago de Cuba con los dos hijos
mayores y legítimos que le quedaron de aquel funesto matrimonio.
¿Qué creen
que pasó entonces? Pues según se cuenta, Lina Ruz se instaló como primera dama
y ama absoluta de la casa de Don Ángel, y fue entonces, que un día 13 de agosto
de 1926 nació su tercer hijo —el mismísimo anticristo—, al que Don Ángel
bautizó con el nombre de un canario amigo suyo y socio en los negocios: Fidel.
Para
aplacar un poco el escándalo que se provocó cuando María Luisa le pide el
divorcio a Don Ángel, éste decide ocultar la existencia de los hijos ilegítimos
y, para eso, los manda a vivir con unos amigos. Fidel tenía en aquel entonces 4
años.
Fue así que
Fidel tuvo que adaptarse, desde muy chamaco, a tener dos familias, par de
papás, par de mamás, par de casas, y a lidiar con su bastardía, creando en él
un rechazo total al significado de “esa palabra” al extremo que juró
vengarse de todas esas humillaciones, a las que según él, había sido sometido cuando
fue enviado como interno al Colegio de La Salle, donde, por tener como madre a
una criada analfabeta y por no haber sido bautizado, lo llamaron "el judío".
Fue hasta
los 8 años, que Fidel es finalmente bautizado, aunque el mal no queda reparado
por completo porque en su acta oficial de bautismo aparece como Fidel Hipólito
Ruz, sin que se haga mención del apellido Castro, ni de Don Ángel como padre
legítimo.
Podrán
imaginar que esto acrecentó aún más los complejos del chamaco, quién vivía un
auténtico dilema de identidad; ni en la escuela ni en ninguna parte, le
permiten firmar con el apellido de su verdadero padre.
No es hasta
el año 1940, que Don Ángel y Lina por fin legalizan su relación y tres años
después, Fidel y sus dos hermanos de sangre; Ángela y Ramón son por fin
reconocidos como hijos legítimos de Don Ángel Castro. Para ese entonces Fidel
ya había cumplido 17 años de vida, tiempo en el que había acumulado muchos resentimientos
y toneladas de complejos.
Sin dudas
ese momento debe haber sido inolvidable en la vida de quien se convertiría años
después en una auténtica pesadilla para el pueblo cubano. Ese día Fidel
Hipólito Ruz, se convirtió por fin en Fidel Alejandro Castro Ruz.
Sin dudas,
esa parte de su vida en la que Fidel fue obligado a vivir en una total
bastardía lo marcó y, dejó en él, una profunda huella en su personalidad.
Hasta aquí
la anécdota…
Después de
haberlo conocido y haber vivido en carne propia su tiránico gobierno
totalitarista, no puedo olvidar unas palabras que un día me dijo mi abuelo
cuando apenas era yo adolescente: “Mijo. Si algún día logras salirte de esta
mierda de país y llegas a conocer lo que es la verdadera democracia y, con
ello, consigues ejercer tu voto para elegir quien gobierna, fíjate bien en la
persona que represente al partido que llegue a ser de tu preferencia... Investiga
bien y profundiza en su pasado y en su niñez. Si vez que algo oscuro y
humillante hacia su persona ronda en su historia, no votes por él porque el día
que tome el poder no hará otra cosa que vengarse. ¿Y quienes pagarán sus platos
rotos? No te quepa dudas que el pueblo que lo llevó a saciar sus ansias de poder”
… Y qué razón tenía. Solo basta hacer un paneo mental por la historia moderna
de Cuba, Venezuela, Nicaragua, Bolivia, Argentina, Brasil y ahora México.
Cualquier
parecido con la realidad mexicana, puede ser una genuina coincidencia.
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